#182 Las leyes de la estupidez (II): pensar en tiempos revueltos

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«Cada vez que voy a hacer algo, me pregunto: ¿Haría un idiota esto? Y si un idiota lo haría, yo no lo hago»

Así empezaba el discurso de graduación que hace unos meses dio un gobernador del que no había oído hablar en mi vida, a unos estudiantes que no conozco de nada, en una universidad de la que sólo me suena el nombre. Así es el maravilloso mundo de internet. 

Y esa regla de oro para no cometer idioteces era una cita de un profundo intelectual: Dwight Schrute, el personaje de The Office. 

Aquel discurso seguía así: 

«Toda la eficacia de esta increíble píldora de información, radica en tu habilidad para identificar al idiota adecuado.

Me encantaría que hubiera una forma infalible para identificar idiotas, pero por contradictorio que parezca, algunos idiotas son muy listos. Te pueden marear con palabras y distracciones. Pueden ser ascendidos por encima de ti en el trabajo. Pueden, incluso, ser elegidos presidentes»

Aquí, aclaro, se refería a Estados Unidos. Aunque sospecho que hay ciertas verdades universales en la vida.

«Si queréis tener éxito en este mundo, tenéis que desarrollar vuestro propio sistema de detección de idiotas. Como parte de las responsabilidades que me corresponden hoy al ser vuestro orador en esta ceremonia, voy a contaros el mío»

«Por supuesto, soy naturalmente precavido frente a quienes no han visto la trilogía original de Star Wars. Y soy aún más precavido frente a quienes adoraron las precuelas y las secuelas. Pero debo admitir que este no es un indicador fiable para detectar idiotas. No. ¿Sabéis cuál es la mejor forma de identificar a un idiota? Buscad a la persona que sea cruel.

Cuando vemos a alguien que no se parece a nosotros o que no suena como nosotros, no actúa como nosotros, no ama como nosotros o no vive como nosotros, el primer pensamiento que nos viene a la cabeza a casi todos está enraizado en el miedo, el juicio o en ambos.

Eso es la evolución. Sobrevivimos como especie desconfiando de aquello con lo que no estamos familiarizados. Para ser amables, debemos apagar ese instinto animal y forzar a nuestro cerebro a tomar un camino diferente. La empatía y la compasión son formas más evolucionadas de ser. Requieren la capacidad mental de ir más allá de nuestros instintos más primarios. 

Esto puede pareceros una afirmación sorprendente. Porque en algún punto en los últimos años nuestra sociedad parece haber llegado a creer que la crueldad usada como arma es parte de algún plan maestro bien diseñado. 

Para algunos, parece que la crueldad es una maniobra astuta con la que conseguir el poder. La empatía y la amabilidad se consideran débiles. Mucha gente importante mira a los vulnerables como si fueran simples peldaños de una escalera hacia lo más alto»

«Estoy aquí para deciros que cuando el camino de alguien en este mundo se construye con actos de crueldad, esa persona ha fallado el primer examen de una sociedad avanzada. Nunca obligó a su cerebro animal a ir más allá de su primer instinto, nunca creó nuevos caminos mentales para superar sus miedos instintivos. Así que su capacidad para pensar y resolver problemas carece de la imaginación y creatividad que abundan en quienes son amables. 

En todos mis años en la política y en los negocios he encontrado una verdad universal: las personas más amables de la sala suelen ser las más listas»

Quizás sea demasiado aventurado decir que la crueldad es una manifestación de idiotez. Queda muy bien en un discurso hablar de cómo las personas más listas de la sala son siempre las más empáticas. Pero a mí, e imagino que a ti te pasará igual, esas palabras me disparan el sentido arácnido. Hay algo que me chirría. Es seguramente esa intuición de que detrás de muchos actos egoístas, despiadados o crueles hay personas no sólo listas, sino inteligentes, a veces muy inteligentes, que actúan persiguiendo el poder o el dinero. 

La temporada pasada dediqué un capítulo a un tema quizás extraño: las leyes de la estupidez. Entonces te hablé de un libro de Carlo Livraghi, «El poder de la estupidez», y de cómo, la conclusión era básicamente que todos podemos ser estúpidos en el contexto equivocado. 

Aquel era un capítulo bastante irónico sobre la estupidez de nuestro día a día. Y hoy quería hacer una segunda parte, pero algunos sucesos de actualidad me han cambiado un poco el plan. Vamos a seguir hablando de estupidez, sí, pero vamos a relacionarla con el poder. Y vamos a tratar de entender cómo pensar cuando nos rodea por completo.

NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO:

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Imagen del capítulo: midjourney (prompt: uncle sam “I want you” ad with a clown)

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