#162 La estructura del mundo (VIII): ¿Cuál es nuestro problema?

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De niño fui muchas veces al Museo del Prado; algunas con el colegio y otras con mis padres. Por aquel entonces, yo, sinceramente, puestos a ir a un museo lo que prefería era ir al de Ciencias Naturales y ver los dinosaurios. O, mejor aún, quedarme en casa jugando a la consola. No sé si a pesar de o precisamente por haberme criado    rodeado de cuadros, lo de pasar la mañana recorriendo salas con más cuadros no me parecía lo más divertido del mundo. Aunque reconozco que siempre encontraba alguno que me llamara la atención. 

Es más, había una sala entera que me producía una mezcla de miedo y fascinación. Ya sólo el nombre de la sala, que lo recuerdo escrito en una pared oscura —aunque vete tú a saber si me lo he inventado— me parecía inquietante: Las pinturas negras de Goya. Aquello no se parecía a casi nada de lo que había en el resto del museo. En un cuadro, veías a unos viejos casi esqueléticos comiendo sopa; en otro un aquelarre, con unas caras deformadas rodeando a un demonio con forma de macho cabrío. No te daba tiempo a recuperarte del susto cuando girabas las cabeza y te encontrabas frente a frente con Saturno, con los ojos fuera de sus órbitas, devorando a su hijo; en una imagen que podría perfectamente estar sacada de una película de terror o de los dibujos de El Ataque de los Titanes. Aquello era una experiencia.

Entre esos cuadros había uno, quizás menos aterrador por la temática, pero que transmitía una sensación difícil de explicar. Dos hombres, aunque a mí me parecían dos gigantes, aparentemente enterrados hasta las rodillas en barro, luchan el uno frente al otro en un duelo a garrotazos. Seguramente tengas la imagen en la cabeza, es muy conocido. El cuadro en sí tiene una historia peculiar porque, como todos los demás de esa sala, no era un cuadro originalmente, sino que fueron pinturas que Goya hizo en las paredes de la Quinta del Sordo —la casa que tenía a las afueras de Madrid. Y al parecer al retirarlo de la pared se perdieron cosas, como la hierba que se cree que Goya pintó a los pies de los dos hombres. Es decir, que no estaban enterrados en barro. Pero ese defecto hace que la imagen sea aún más salvaje, más animal. Porque te decía que transmitía una sensación difícil de explicar. Y en parte es eso: transmite algo salvaje. Transmite movimiento y violencia. Pero creo que por encima de todo transmite una verdad eterna. La de que los humanos, a veces, tenemos tendencias salvajes que pueden llevarnos a matarnos a garrotazos hundidos hasta las rodillas en el barro. 

Sí, no es la manera más alegre de empezar el capítulo, pero es que hoy vamos a hablar de temas farragosos.

Hace tiempo que no dedicamos un capítulo a eso que me dio por llamar La estructura del mundo, esas ideas que pueden ayudarnos a descifrar cuáles son los hilos que tejen cómo funcionan las cosas en la sociedad o en el mundo en general. En esta serie, hemos hablado de historia, de economía y hasta de geopolítica. Y ha habido una idea recurrente, que se ha repetido en casi todos los capítulos, porque es otra de esas obsesiones que tengo: mi sensación de que estamos en una bisagra de la historia, en un momento de esos en los que todo cambia. Aunque también te he dicho más de una vez que sospecho que muchas generaciones sintieron lo mismo, que todos tendemos a pensar que vivimos tiempos importantes.

En mi caso, sigo buscando pistas de si es así, por qué sucede y hacia dónde nos lleva. Por el camino hemos hablado de cosas tan distintas como un posible nuevo orden mundial, la descentralización y los individuos soberanos, la inteligencia artificial o la búsqueda de la inmortalidad. A muchos de esos temas y a otros similares volveremos, pero me gustaría detenerme hoy en algo quizás menos exótico, pero más cercano: ¿en qué momento estamos ahora? Si esa sensación que a veces podemos tener de que nuestras sociedades occidentales están funcionando peor o de que nuestras democracias o sistemas económicos dan señales de agotamiento… ¿cuál es nuestro problema?

Afortunadamente, no tengo que buscar la respuesta yo solo, porque no sé si la encontraría. Pero alguien de quien te he hablado en varias ocasiones ha escrito un libro que puede servirnos muy bien de base. El autor es Tim Urban, creador del maravilloso blog Wait But Why, y su libro se llama así, What’s our problem?, es decir ¿cuál es nuestro problema?, pero me parece que no lo han traducido al castellano. Él dice que es un libro de autoayuda para sociedades y, aunque está muy centrado en Estados Unidos, vamos a intentar generalizarlo para ver qué puede aplicarse a cada uno de nuestros sufridos países.

¡Venga, vamos todos al diván!

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Imagen del capítulo: midjourney (prompt: abstract illustration of a politically divided society)

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