Imagina que tienes la oportunidad de convertirte en un vampiro o en una vampiresa. Un rápido e indoloro mordisco y serás para siempre una criatura de la noche. Tu vida sería completamente diferente. Experimentarías todo tipo de nuevas, intensas y reveladoras sensaciones. Lograrías una fuerza, una velocidad y un poder increíbles. Y serías inmortal, a no ser que te diera por tomar el sol. Bueno, y tendrías que beber sangre, eso también. No todo iban a ser ventajas.
Supón que todos tus amigos, toda esa gente que conoces con intereses, puntos de vista y vidas similares a la tuya, ya lo han hecho. Ya son vampiros. Y todos te dicen que les encanta. Te describen sus nuevas vidas absolutamente entusiasmados y te animan a que hagas lo mismo. Calman, además, tus temores y te explican que los vampiros modernos no matan humanos, que beben sangre de vaca y de pollo. Dicen cosas como que jamás volverían a ser humanos si pudieran. Que su vida ha adquirido un nuevo significado y un propósito que nunca antes sintieron. Que ahora entienden la realidad de una forma que simplemente no podían concebir cuando eran humanos. Y que su nueva vida es tan increíble, que realmente no te la pueden explicar. Tienes que ser un vampiro para saber cómo se siente.
Supongamos también que si dejaras pasar esta oportunidad, no volverías a tener otra nunca.
¿Entonces? ¿Cuál es tu respuesta? ¿Lo harías?
NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO
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