#101 En busca de la felicidad (II): el malquerer, supermodelos y corazones rotos

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“La publicidad se basa en una cosa, la felicidad. Y, ¿sabes que es la felicidad? La felicidad es el olor de un coche nuevo. Es ser libre de las ataduras del miedo. Es una valla en un lado de la carretera que te dice que lo que estás haciendo lo estás haciendo bien. Que tú estás bien”

Mad Men

Así explicaba ese encantador de serpientes llamado Don Draper la felicidad. Pero eso no es más que la definición de un publicista. Y por más fan que yo sea del personaje, me temo que nos ayuda muy poco en este camino de buscar la felicidad.

Si escuchaste el primer capítulo de este especial, recordarás que los psicólogos tienden a diferenciar dos componentes en eso que llamamos felicidad: 1) el bienestar emocional, es decir, experimentar emociones positivas y 2) la satisfacción con la vida, es decir, estar satisfechos con la evaluación que hacemos de nuestra vida. 

Normalmente hay cierta tensión entre ambas, porque la mayor parte de las cosas que nos dan una de ellas, no nos dan necesariamente la otra, o incluso a veces son contraproducentes para la otra. Y viceversa. Pero lo queremos todo. Así somos los humanos. 

Para complicar más el asunto, resulta que incluso cuando alcanzamos algo que nos hace felices, nuestra naturaleza nos empuja a que dejemos de apreciarlo. Igual que nos adaptamos a circunstancias negativas y redefinimos nuestras expectativas, lo hacemos también con las positivas. Es lo que los psicólogos llaman la adaptación hedónica.

Así que, como decíamos al final de aquel capítulo, seguramente el mayor problema de la felicidad es que no es un estado que se alcanza y en el que nos quedamos a vivir. No es un destino. No basta con seguir una lista de tareas o un mapa y llegar a ella. 

Es, o al menos eso parece decir la ciencia, una especie de proceso de búsqueda continuo, en el que, una vez que la alcanzamos se diluye y tenemos que reencontrarla, una y otra vez. Con la trampa de que reencontrarla no tiene tanto que ver con buscar, como con favorecer que aparezca. 

Ese proceso depende mucho de nuestros hábitos, de nuestra mentalidad respecto a lo que nos pasa y cómo vivimos y también de cómo tomamos algunas decisiones en la vida. Tras dedicarle unos cuantos meses de investigación al tema, mi conclusión es que aunque nada nos garantiza ser felices, sí hay estrategias para intentar que sea un poco más fácil conseguirlo. De ellas hablaremos en éste y en algún capítulo más. Y vamos a empezar por todas esas cosas que queremos, porque creemos que nos harán felices, y que, sin embargo, no lo hacen.

NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO

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